Este proceso por el cual hay gente que se anima a arriesgar y después de un estudio, genera una nueva unidad económica, es el principal responsable del nivel de empleo de un país. Es decir, hay o no hay trabajo en la medida que seamos capaces de generar nuevas empresas, negocios saludables, y luego de hacerlo, estas se mantengan, sobrevivan y las ayudemos a crecer.
Tal cosa no es para nada fácil: aún en países con un “ambiente” de negocios favorable, tales como EEUU, 4 de cada 5 empresas nacientes no llegan al quinto año de vida.
Pero las que “vuelcan” son las empresas, no así los emprendedores que las fundaron, quienes desarrollan una tolerancia al fracaso, y es más, terminan “aprendiendo“ de sus propios fracasos. En efecto, estadísticamente, el emprendedor tiene éxito en la tercera empresa que crea.
Favorecer este proceso, entonces, significa acciones de la sociedad civil y de los gobiernos, para animar a más personas a crear empresas (aumentar, digamos, la tasa de natalidad), y una vez echadas a andar, asistirlas, acompañarlas, para lograr disminuir el fatídico 4 de cada 5, (disminuir la tasa de mortalidad), Y en el estadio de consolidación, propender a su crecimiento, transformación y vinculación entre pequeñas empresas para lograr grupos que puedan asomarse con ventura al mercado internacional.
Tan importante como el proyecto (la eficacia de lo que van a hacer), es el protagonista que emprende, o sea, es desarrollar al propio emprendedor.
De hecho, la historia de esta pedagogía de transformación, que en otros lados recibe el nombre de “entrepreneurship”, lo que podría traducirse como “emprendedorismo”, comenzó apoyando al proyecto: durante mucho tiempo se pensó que los más importante era tener “un buen plan de negocios”.
Hoy la investigación de campo demostró que no es posible encontrar un buen plan si antes no hay un “buen emprendedor”, o sea, un sujeto que emprende suficientemente automotivado y entrenado.
Así, la pedagogía presta también atención a otras variables como los Modelos Mentales que la gente tiene, a sus actitudes, porque estas dos dimensiones son la vía de ingreso para nuevos conocimientos, dominio de herramientas, que a su vez no son nada sin su aplicación (habilidades).
Y el descubrimiento es que los Hábitos se pueden ADQUIRIR así como la persona ha adquirido los que ahora tiene, esto es, por la vía de la práctica, teniendo en cuenta un objetivo valioso para ella, adonde concurra su pasión, su deseo .
Pero claro, modelos mentales, valores, actitudes, conocimientos y hábitos están inmersos en una Cultura, que bendice unos y desvaloriza otros. Que tiene a algunos arquetipos como héroes, pero que no se le ocurre que, alguien que abre su fábrica a las 6 de la mañana y genera un sinfín de actividades y empleos, pueda serlo.
Héroes y antihéroes, el emprendedor ni siquiera es visualizado por los jóvenes, siendo que muchas de sus conductas pertenecen a este útil y valioso personaje social. En efecto, son los emprendedores, por ejemplo, quienes organizan el viaje de egresados, y hacen surgir los recursos para ello de donde aparentemente no existen, mediante actividades placenteras, concursos, bailes, rifas.
Pero al mismo tiempo, pareciera que toda la educación formal, primaria, secundaria, universitaria, está destinada a generar solamente al “buen empleado”, es decir, el buen gerente ingeniero, el buen técnico supervisor o empleado, etc. El sumum de un estudiante universitario destacado sería ingresar a una multinacional, en donde progresará hasta un cierto punto, pero nunca será propietario de la empresa.
Sacamos buenos empleados justamente cuando ese núcleo de empresas, las grandes y/o multinacionales, generan cada vez menos empleos por razones de su utilización mayor de capital, tecnología y tercerización de actividades. O sea, orientamos a nuestros alumnos hacia el buen empleado cuando cada vez hay menos empleo, lo que sí hay es “trabajo”.
Hay menos trabajo en relación de dependencia, pero más oportunidades de crear trabajo para uno mismo y para otros. En nuestro país existen numerosas oportunidades para dar respuestas a necesidades, que deriven en generar productos o servicios, que luego de vendidos y cobrados, es decir, cuando los hayamos “trabajado”, proporcionen mucho más que un salario.
Porque, además, se agrega la gratificación de ver la idea realizada, el sueño hecho materia, organización, productos, satisfacción de la gente que los compra o los usa.
El emprendedor económico es una persona pragmática que resuelve problemas (necesidades) de otras personas y gana dinero. También están los emprendedores sociales, los fundadores de ONG, los emprendedores culturales, educativos, deportivos, universitarios. Hay emprendedores en algunos estamentos del Estado: bendito sea aquel que se arriesga que tiene iniciativa, que organiza, que prueba, que fracasa y se levanta y lo intenta otra vez… tiene eso que los ingleses llaman “need to achievement”, que en castellano sería “tener necesidad de alcanzar un logro”, de bajar a la realidad una idea, de hacerla funcionar, de que las cosas sucedan…. Qué tipo de logro? Naturalmente, sólo el que le interesa, aquel donde está puesto su deseo y por lo tanto su energía.
Porque el deseo es el gran combustible universal, y el que emprende pasa alegremente por muchos sacrificios, y tiene la capacidad de postergar las satisfacciones. Es decir, mientras que los empleos son “full time”, las organizaciones generadas por uno, son vividas como “full life”.
El descubrimiento es que el emprendedor no nace, sino que “se hace”, se hace a sí mismo, con mayor o menor facilidad si cuenta con una cultura favorable y con orientación y apoyo. Pero la tenacidad es aquello que separa a la gente en el camino.
Podemos acompañar pedagógicamente a las personas con distinta tenacidad, en su formación de hábitos, y todas progresarán un tanto. Lo que el acompañamiento no puede hacer es reemplazar el deseo, el empuje o el placer que significa para ellos ver las cosas que soñaron, realizadas.
No podemos “generar“ sus sueños, y hemos constatado que, por múltiples razones, hay chicos y hay mayores que renunciaron a soñar, que no viven sino que han elegido sobrevivir. Que hay gente para la cual la culpa siempre la tiene otro, o se cree presa de las circunstancias, del afuera. Gente que resulta fácilmente “punto” de un ”puntero”, que vive en lo que llamamos “el discurso de la víctima”.
Una cultura donde “conectarse“ con el propio deseo resulta difícil y a veces poco práctico, porque la mayoría de las veces no le damos base de sustentación: nos gusta la música, pero no hacemos el esfuerzo y la investigación para que nuestro conjunto toque música que guste a determinados segmentos, que estén dispuestos a pagarnos por ello. Y entonces, tan artistas somos, que dejamos el conjunto y vivimos repartiendo pizza en motito.
Entonces a corto plazo, ello nos obliga a trabajar para otros que se animan. Y el trabajo es selectivo. Pero esto será así hasta que logremos un CAMBIO EN LA CULTURA y entonces mucha más gente se planteará ese destino. Cuando haya más que se animen a conectarse con su deseo y avancen luego racionalmente a materializar sus logros.
Los emprendedores necesitan del Estado, de los Estados Nacional, Provincial, Municipal, pero, como decía alguien: “Te pido que me des una mano, pero es suficiente con que me la saques de encima”.
Necesitan más bien de un entramado de Estado, bancos, universidades, ONG, cámaras empresarias, etc. en donde se puedan apoyar y puedan competir pero en forma que puedan crecer.
Tiene que haber “agentes” o facilitadores locales de la cultura emprendedora, tiene que haber Clubes de Emprendedores en los Colegios, maestros que incluyan nuevos métodos en sus actividades.
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