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domingo, 10 de junio de 2012

Mochilatinoamérica: Maximón

Me apasiona Latinoamérica. Desde sus políticos descaradamente corruptos hasta el humo abundante que emanan los choripanes en las canchas de fútbol.


Bajo este entendido, me enrumbé a un pueblo de Macondo llamado San Andrés Itzapa, ubicado en el departamento de Sacatepéquez en Guatemala. Tomé algunos buses y me mordieron dos chompipes en el camino, mientras alucinaba con aquellos huipiles en technicolor de las indígenas kaq-chiqueles que se escondían del lente de mi precaria camarita fotográfica.

Sin embargo, el destinatario de mis fotografías era un personaje propio del mestizaje cultural y religioso que abunda en algunos de nuestros países, originando cultos y devociones más cercanas a lo mundano que a lo divino. Un santo maravilloso, del que se habla poco en Guatemala debido a su vinculación con los sectores más bajos y casquivanos del vulgo social, o bien asociado a la disciplina castrense y su grotesca presencia en la historia lejana y reciente del país. Es un tipo de culto underground, aunque en ocasiones visitado y venerado por miembros de la aristocracia capitalina quienes buscan en su bondad el alivio de sus males.

Hablamos de Maximón, quien nos recuerda que vivimos inmersos en un continente surrealista. Y debo aclarar que Maximón no tiene muy buenos antecedentes; en El Salvador y particularmente en Guatemala es una celebridad, aunque "especialmente idolatrado por las prostitutas, los narcos, los escuetos de fe y los ladinos...". Es un santo que genera desencuentros y reacciones antípodas dentro del sincretismo y mosaico creyencero guatemalteco.

Yo había estado en Santiago Atitlán y San Andrés Xecul, en donde San Simón, como le llaman los ladinos, tiene una pequeña cofradía. No obstante, el "mero mero" está en San Andrés Itzapa - lugar en el que el 28 de octubre, día de su fiesta "se roban los niños, peregrina el diablo y llegan las mujeres que gozan de la mala vida..."-, quien tiene un templo que se queda pequeño ante la cantidad de fieles, curiosos y debutantes de su fe que acuden en ciertas fechas, especialmente fines de semana.

Para quienes hayan estado en San Juan Chamula en Chiapas, sentiran algunas similitudes en el ambiente y las texturas aromáticas y visuales. Mientras que la devoción se asemeja a la que le profesan miles de personas a Malverde, santo de los narcos en el norteño estado mexicano de Sinaloa.

El culto a Maximón desarrolló todo un floreciente business alrededor de su feudo. Aglomera una gavilla de astutos comerciantes disfrazados de diferentes oficios, dentro de los que destacan rezadores, vendedores fijas y ambulantes con velas, lociones e imágenes, chamanes que por unos quetzales te hacen limpias, llaman al ser amado, alejan los malos espíritus, te llenan los bolsillos con dinero, interceden para que se te prodiguen mujeres, hombres o algunas cabezas de ganado. Incluso elimina a los adversarios de tu camino. Sí, Maximón es un tipo duro.


Explanada de la cofradía de Maximón en San Andrés Itzapa.

El templo de Maximón se ubica en una colina en lo alto del pueblo que se asemeja a Cot de Cartago. Es un ambiente denso (literalmente), oscuro, hiede a hollín, sangre de gallina, humo, incienso, copal, flores frescas y agrias, alimentos, alcohol barato y billetes bien y mal habidos. Todo esto producto de las innumerables ofrendas que recibe el Santo más polémico de Mesoamérica.

Es tributario de varios corridos norteños que exaltan su generosidad y poder divino sobre los temas mundanos. Quienes le rezan le escupen licor a la imagen como ofrenda.


Cuando me aprestaba a realizar una ofrenda y lanzarle algunas peticiones a manera de provocación adolescente, me advirtió uno de los ancianos "tenga cuidado, patojo, porque usted le pide y él señor Maximón le concede. Pero le quita algo que usted aprecia".

Ya me he salido con la mía en varias ocasiones y alguna voz interna me llamó al recato, a no tentar las fuerzas espirituales del señor don Maximón, que realmente acojonan en aquella maraña de olores, texturas, colores, gritos, sentimientos culpables, amores prohibidos, deseos asesinos, ritos ajenos a nuestras percepciones comunes, animales degollados y  expulsiones alcohólicas.

Me abstuve de mi única petición. Al final de cuentas, me puedo aguantar otros treinta años más sin ver a mi querido Cartaginés salir campeón.


Templo de Maximón. San Andrés Itzapa.

Agradecimientos a San Simón.


Limpia a pareja con problemas conyugales.




Cofradía de Maximón en San Andrés Xecul. Quetzaltenango.


Cofradía de Maximón en Santiago Atitlán. Sololá.




1 comentario:

Beatriz Servín dijo...

Me encantó Nachito... me trajo a la mente un montón de conversaciones pasadas, así mismo un montón de recorridos por lugares que destilan esos mismos olores y presencias.