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viernes, 12 de abril de 2013

La ciudad más innovadora del mundo está en Latinoamérica!

Medellín, la más innovadora

Parque de los Deseos y Planetario de Medellín Parque de los Deseos y Planetario Distrital en la capital antioqueña. (Foto de medellín.travel)
Fuente: Por Juan Guillermo Isaza Corresponsal en Colombia Lunes, 08 de Abril de 2013 12:07 En fuerte competencia con Nueva York y Tel Aviv, Medellín logró erigirse como la ciudad más innovadora del mundo


Durante los años 80, Medellín vivió los años más negros de su historia. La voraz demanda de drogas ilícitas ―concretamente de cocaína― por parte de Estados Unidos había convertido el narcotráfico en la industria más rentable del mundo y a Pablo Escobar, no solo en el máximo capo, sino en el verdugo de su ciudad natal. Empeñado en una guerra sin cuartel contra las autoridades, Escobar sometió a sus habitantes a un despiadado régimen de terror, realizando masacres y haciendo explotar bombas de manera indiscriminada.
Sin embargo, en marzo de este año, el Urban Land Institute, una entidad no gubernamental con más de setenta años de tradición y presencia global, anunció que el premio a la ciudad más innovadora del mundo, establecido en conjunto con el Citi Group y el Wall Street Journal, este año era para Medellín. Las otras dos finalistas fueron Nueva York y Tel Aviv. Las tres ciudades han logrado superar un pasado de violencia, Nueva York con los atentados del 11 de septiembre y Tel Aviv con los continuos ataques suicidas. ¿Cómo logró esta ciudad del tercer mundo vencer a estos dos gigantes en la contienda?
En primer lugar, un factor determinante es la sociedad civil, que durante los años 90 fue muy activa. En efecto, organizaciones no gubernamentales, la Iglesia y algunos grupos académicos se dedicaron a reflexionar sobre la terrible situación de la ciudad y buscaron posibles soluciones. El gobierno central reaccionó, creando la Consejería Especial para Medellín, mientras que una gran parte del sector empresarial ―como una estrategia de defensa contra una posible toma hostil por parte de grandes conglomerados económicos, como el grupo Santo Domingo y el Grancolombiano, pero también de dineros provenientes del narcotráfico― creó una intrincada trama de inversiones mutuas que lo hicieron prácticamente inexpugnable. Sin embargo, las administraciones municipales, abrumadas por el lastre de compromisos burocráticos electorales, mostraban una escasa capacidad de reacción.
Entonces, el 26 de octubre de 2003, obteniendo la votación más alta para la Alcaldía de Medellín registrada en la historia, llegó al poder municipal Sergio Fajardo Valderrama, joven profesor de matemáticas y casi inédito político, liderando un movimiento que él mismo calificó como cívico independiente. Con las manos libres de compromisos, emprendió una serie de acciones que cambiaron la cara de la ciudad.
Con el lema “Medellín, la más educada”, se enfocó en la educación, la ciencia y la cultura. Y lo hizo en dos frentes: el primero de ellos lo llevó a edificar una serie de colegios en las zonas más vulnerables, deprimidas y azotadas por la violencia en la ciudad. Estos edificios activaron un nuevo desarrollo urbanístico, que atrajo la mirada de arquitectos de todo el mundo, y fueron los pilares de una filosofía que debería estar en el programa de cualquier gobierno: la inclusión social.
Alonso Salazar, quien participó de este proceso, primero como secretario de Gobierno de Fajardo y luego como alcade de la ciudad, reflexiona al respecto: “Los gobiernos influyen de dos maneras. Una, por lo que ejecutan directamente. La otra, por las energías que mueven dentro de la sociedad, por los pensamientos que van desatando. Y convencer a toda la sociedad de que las prioridades debían ser la educación, la cultura y el conocimiento, permitió que la ciudad hiciera avances muy importantes”.
Se innovó decidiendo que toda la infraestructura digital de los colegios públicos sirviera también a las comunidades. Hubo también un proceso de democratización de las tecnologías, para que la gente de menos recursos tuviera acceso a las TIC. “El hecho de que muchos de los rectores y profesores decidieran ser líderes de la capacitación digital de los padres de familia fue creando un efecto bola de nieve, en el que muchos alumnos emprendieron una campaña de alfabetización digital”.
Fajardo, procedente de una familia de constructores y arquitectos, adelantó obras de infraestructura con un fuerte componente social, buscando que la comunidad local se integrara en torno a ellas. Fue así como se crearon los parques bibliotecas, que respondían a la pregunta ¿cómo lograr articular cosas que en la mente de la gente van por caminos separados, como el conocimiento y la infraestructura? “El concepto era que las infraestructuras sirvieran a las comunidades. Entonces, por ejemplo, cuando se abrieron las aulas de los computadores, se abrieron también los espacios deportivos de los colegios”, recuerda Salazar.
El caso más típico es el de la Biblioteca España: una solución arquitectónica en un terreno geográficamente complejo de la ciudad, que es una ladera. Su característica ha sido adecuarse a este terreno, no ir en contravía. Situada en un lugar de inmensa complejidad social, el barrio Santo Domingo, donde se había dado la primera gran oleada de las bandas en los años 80. Entonces, con un edificio bello desde el punto de vista arquitectónico se articulan muchas estrategias: la inclusión social, al estar cerca de una estación del metro cable, pero también desbloquear la imagen estereotipada de la ciudad como foco de violencia, al lograr la visita de personajes como los reyes de España, Condoleezza Rice, el presidente Calderón (de México) y Letizia Moratti (alcaldesa de Milán), entre muchos otros.
Naturalmente, Fajardo y sus seguidores no empezaron de cero. En algunos aspectos, la ciudad había logrado ya notables avances, como en el sistema de transporte público, cuyo eje central, el metro, movido por la energía hidroeléctrica abundante en la región, no solo había cambiado la cara a la ciudad, sino que se convertía en ejemplo de transporte masivo sostenible para la región. El metro cable, creado durante la administración de Sergio Naranjo, se había convertido en una solución de transporte para la población menos favorecida que habitaba las empinadas laderas de la ciudad. Sin embargo, la administración de Fajardo le agregó su propio sello, creando los Proyectos Urbanos Integrales (PUI), intervenciones urbanísticas que concentraban recursos y puntos de atención del Estado en las áreas de menor desarrollo urbano. “Cuando se formó el equipo de trabajo con urbanistas de distintos orígenes profesionales, la posibilidad de hacerlo partía de la condición de que no había un compromiso de nombrar a nadie. Nos pusimos en la obligación de nombrar a los que creíamos los mejores. No siempre necesariamente son los mejores, pero uno se propone eso”, comenta Salazar.
La gran mayoría de las obras de urbanismo de la ciudad, algunas de las cuales se convirtieron en lugares de atractivo turístico por derecho propio, se hicieron por concurso. Pero detrás de ese mecanismo había un componente poco usual: la participación ciudadana. La consigna para los funcionarios era muy sencilla: “Abra un concurso internacional. Pero esto implica que usted forme un comité de acompañamiento de la comunidad”.
Otro factor que ayudó a la consolidación de este proyecto es haber tenido una continuidad inmediata en la siguiente administración. Según Salazar, “En mi gobierno tuve una ventaja y es que había una inercia de continuidad de modelo, tanto del personal como de las obras”. Es decir, se siguió construyendo sobre lo que ya estaba hecho.
“Después de Fajardo, pensé: ‘Bueno, ya caminamos un trecho largo de emprendimiento’. Lo que está haciendo falta ahora es un núcleo, una fortaleza para darle valor agregado a la producción. Y eso es Ruta N, un edificio destinado a albergar los mejores recursos y proyectos de la ciudad; una institución que pueda responder a preguntas como ‘¿Qué es lo que está haciendo falta aquí en innovación, ciencia y tecnología?’. Algo que no es la investigación ciento por ciento teórica de la universidad, pero tampoco lo que está necesitando una empresa en tecnología”.
Otro ejemplo de esta estrategia de articulación es la celebración de los Juegos Suramericanos. Cuando Medellín logró la sede, se propuso además poner a punto su infraestructura deportiva, que tenía ya cincuenta o sesenta años con la última tecnología. Pero además se le propuso al arquitecto que los nuevos edificios dieran identidad a la ciudad, incorporaran tecnología ambiental y contribuyeran a la internacionalización de la ciudad. El resultado: unos juegos recordados como los mejores de su historia.
“Para mí, la idea de innovación tiene que ver con que Medellín encontró un camino en una situación que era de sin salida. Este es un camino que tiene tramos en terreno llano, pero también áreas de montaña, que puede encontrar baches. Lo social y lo público son cosas muy imperfectas como para decir: ‘Aquí, con esta doble calzada, esta ciudad va a salir adelante’. No. Un segundo pensamiento es que si se logra desatar la iniciativa social, todo lo acumulado de este pensamiento, lo progresista que hay en ella, también es innovación”.
Y la idea pareció calar. Los índices de criminalidad empezaron a descender durante estos años y la ciudad comenzó a respirar un nuevo aire. Al respecto, Salazar afirma: “Innovar implica tener un modelo de lo público. Para decirlo en palabras académicas, no se trata solo de llegar a una modernización, sino de llegar a una modernidad. No solo es potenciar las infraestructuras y las tecnologías, sino crear ciudadanos que se sienten parte de una ciudad, de un proyecto colectivo, que se sienten más ciudadanos. Y no podemos olvidar que esto debe estar asociado a una confianza en la gestión pública, a una noción de transparencia. No basta la obra. Es algo que debe movilizar mucho más que pasajeros en una cabina”.

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