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miércoles, 24 de julio de 2013

‘El que llega primero, se levanta más güilas’


En las últimas semanas salió a la luz pública el dramático caso de una niña de ocho años embarazada en un barrio del sur de la capital. Asimismo, según reporta el Ebáis de San Sebastián, solo en ese distrito hay más de 30 niñas menores de diez años, que también están embarazadas, así como casi 600 adolescentes en el mismo estado. Por su parte, el Fondo de Población de Naciones Unidas denunció recientemente que Costa Rica ha sido incapaz de revertir los embarazos en adolescentes en los últimos 15 años.
Estas situaciones deberían causar estupor nacional, ya que la mayoría de estas niñas y adolescentes han sido víctimas del incesto, de violaciones, de abusos sexuales repetidos –lo que explicaría que niñas de ocho años empiecen a ovular de forma tan temprana y que queden embarazadas– o de la explotación sexual comercial. Es decir, según está demostrado por investigaciones de Naciones Unidas, más del 85% de los responsables de los embarazos en menores de 15 años son hombres adultos.
Que niñas y adolescentes de tan corta edad queden embarazadas no solo conlleva grandes riesgos físicos y psicológicos para ellas, sino que también constata el fracaso de la institucionalidad social y de protección a la niñez del país. Evidentemente, no hay red de cuido para estas niñas.
Cosificación. Asimismo, esta situación denota la presencia de un grupo importante de hombres cuya identidad masculina y la construcción de su sexualidad dependen de la cosificación y sometimiento de los cuerpos de niñas y adolescentes a su voluntad y deseos. ¡Papi es papi! En esta lógica subyace, incluso, el principio comercial de que lo nuevo es mejor, así como un deseo por evitar la “ansiedad del desempeño,” como lo dicen los psicólogos José Manuel Salas y Álvaro Campos en sus estudios sobre explotación sexual comercial.
Por otra parte, las consecuencias del abuso sexual y de los embarazos en niñas y adolescentes son también devastadoras. Aquí se inicia una cadena de violaciones a sus derechos humanos, que traerá como resultado una calidad de vida muy deteriorada. Además, ellas se convertirán en madres con hijas e hijos aún menos saludables, menos educados y con oportunidades todavía más reducidas que la generación anterior, por lo que el ciclo de la desigualdad y de la exclusión se repetirá y se profundizará.
En este contexto, en los últimos días ha circulado un anuncio de una marca de vehículos en el que una empresa y su grupo de “creativos”, en un dechado de cinismo, indiferencia y misoginia, piensan que es muy divertido hacer publicidad con el lema: “El que llega primero, se levanta más güilas”. A esto se le suma el comercial de una reconocida marca de cerveza que, en los días previos a un encuentro de fútbol entre Costa Rica y Honduras, hizo mofa de la posible violación de los hondureños con una botella de 24 cm.
Repertorio para vender. No sé si las personas que desarrollan estos anuncios pertenecen a la misma agencia de publicidad, pero lo que sí parece es que forman parte de la misma escuela: aquella en la que el abuso sexual de niñas y adolescentes, la exaltación de la masculinidad depredadora y la violación son parte del repertorio divertido para vender productos.
Algunas personas podrían acusarme de no tener sentido del humor por no encontrarle la gracia a estos comerciales, pero hay que entender que la publicidad vende mucho más que productos. Por medio del uso de imágenes y el refuerzo de ciertos valores, como la cosificación de las niñas y la naturalización de la violencia, la publicidad produce y refuerza universos simbólicos que tienen potenciales consecuencias reales, tales como la construcción de una sociedad más violenta e indiferente al sufrimiento humano.
Por eso, como consumidores deberíamos rechazar ese tipo de propaganda degradante. Tal vez, mostrando repudio por ideas publicitarias chabacanas, se logre que nos traten de vender productos con mensajes más responsables.

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