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martes, 15 de enero de 2013

En México se transforma la lluvia contaminada en agua bebible y “armonizada”

Laboratorio en plena urbe mexicana produce unas 300 botellas de 600 ml por día

09:42 a.m. 15/01/2013


México. AFP. La lluvia ácida que cae en Ciudad de México , una de las más contaminadas del mundo, es transmutada en un agua pura cargada de “amor, gratitud y respeto”, gracias a una alquimia que, en plena urbe cosmopolita, mezcla naturaleza, ciencia, misticismo y rentabilidad.

“La intención es la forma esencial de la energía, y el agua su conductor universal”: ese es el principio en que se funda la pequeña pero acogedora Casa del Agua, un proyecto 100% mexicano que busca llevar el vital líquido del cielo a la mesa, a través de un sofisticado proceso de purificación y armonización.
La idea surgió "como un proyecto que por supuesto debía ser rentable (...) pero también mucho más que un negocio. Algo que fuera parte de una renovación, de mandar mensajes positivos", explica su fundador, Bosco Quinzaños, un joven financiero.
Hace poco más de un año reunió a otros ocho socios mexicanos con especialidades tan diversas como arquitectura, marketing y ciencia para montar su proyecto, que asegura no tiene competencia en el país y conoce una creciente clientela.
"íVengan a conocer nuestra fábrica!", dice el encargado, Juan Manuel Márquez, a los transeúntes visiblemente intrigados por este pintoresco laboratorio ubicado en un barrio chic de Ciudad de México , donde los altos índices de contaminación del aire hacen que la lluvia sea mucho más ácida de lo normal.
Un jardín en el techo del edificio capta el agua proveniente de las nubes que luego es almacenada en dos contenedores. "En una hora de lluvia captamos 5.000 litros de agua", dice Márquez entre árboles frutales, sobre los que se posan abejas y mariposas.
Cuando no llueve, se riegan las plantas del jardín con agua del grifo para que "la tierra detenga algunas de las partículas suspendidas" que contiene, añade el sonriente encargado, que asegura que el 80% del líquido que procesa proviene de la lluvia.
Además de ser un "filtro gigante", este jardín es visitado a diario por personas que viven o trabajan en la zona. Una mujer lee bajo un parasol, mientras un oficinista come su almuerzo entre matas de lavanda y romero.
El agua captada es propulsada por una máquina hacia una serie de filtros: uno que detiene las basuras, y otro de carbón activado que extrae las partículas más pequeñas y elimina los olores y sabores.
El caudal sigue su curso por un sistema de tuberías para alcanzar dos grandes destiladoras que calientan el agua hasta convertirla en vapor, y luego la condensan para regresarla al estado líquido. La vital sustancia sale de ahí totalmente purificada pero incompleta, pues ha perdido sus minerales.
Entonces, es oxigenada al deslizarse por un tobogán en espiral; ionizada al entrar en contacto con imanes cargados positiva y negativamente, y mineralizada al pasar por un recipiente con piedras de río, algunas de las cuales contienen plata pura para garantizar el adecuado nivel alcalino.
En las piedras de río por las que pasa el vital líquido están talladas las palabras "amor", "respeto" y "gratitud". Según Márquez, "el agua absorbe estos mensajes" antes de pasar a unas esferas de cristal cerca de las cuales se toca constantemente música clásica, otro medio "armonizador".
En los 1990, el autor japonés Masaru Emoto creó controversia cuando aseguró que al exponer el agua a un entorno, sonidos, palabras o pensamientos positivos, se obtienen cristales de hielo hermosos y simétricos, mientas que si el líquido es "maltratado" con ruido o pensamientos negativos, los cristales son deformes.
Aunque la comunidad científica rechaza esto, Masaru Emoto ha vendido millones de copias de varios libros, entre ellos "Water Knows the Answer" (El agua sabe la respuesta, 2001), en los que muestra fotos de los microscópicos cristales y explica su teoría sobre cómo "armonizar" el agua.
"Para nosotros, el agua está viva", se impregna de la energía que la rodea, y luego la transmite a quien la bebe, dice un Márquez convencido, mientras de fondo se escucha "Para Elisa" de Beethoven.
"Pues así como lo plantean sí tiene lógica, pero también hay que pensar que todo esta acá", dice señalando su cabeza Sonia Hernández, una ama de casa que visita el lugar. "Uno tiene que creer" para que funcione, opina.
Detrás del aparador circular que exhibe los productos de la casa, cuatro empleados con guantes y tapabocas esterilizan sofisticadas botellas de vidrio decoradas con elegantes dibujos, que luego llenan con el agua purificada y armonizada que sale de gigantescas pipetas.
Cada día se producen unas 300 botellas de 600 ml, que son vendidas a 40 pesos (unos $3), en un país donde el salario mínimo es de unos 60 pesos por jornada ($4,7). El 75% del valor del producto corresponde sólo a la botella, que es retornable.
"En Casa del Agua no hacemos cantidades industriales, hacemos poca, artesanal", dice Márquez, quien asegura que ha analizado el agua de otras marcas en las que encontró igual o más cantidad de partículas suspendidas que en la proveniente del grifo.

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