Al recibir direcciones en Costa Rica, ayuda saber dónde está el "antiguo higuerón"
Summa Inputs
Fuente: The Wall Street JournalViernes, 29 de Junio de 2012 12:00 (modificado)
En Costa Rica, las calles y avenidas no tienen nombre. ¿Cómo afecta el desarrollo del país? The Wall Street Journal hace un análisis de esta situación desde la perspectiva de un extranjero.
Setenta y cinco metros al oeste del Cementerio General, en San José, Costa Rica; Rodolfo Sancho se encuentra en una misión para acabar con el estrafalario sistema de direcciones de este país.
Los costarricenses utilizan las distancias de puntos de referencia para guiar a los taxis, camiones de reparto, los invitados de la boda, la policía, y, por supuesto, los carteros.
Incluso el jefe de obras públicas en esta ciudad capital montañosa dice que se ve obligado a utilizar este particular sistema, publica el artículo de The Wall Street Journal.
"Si yo no digo 75 metros al oeste del cementerio general, diría a través del mercado mayorista de frutas", señala el Sancho, dando a la dirección alternativa de su oficina.
¿Y por qué no se usa: en la esquina de la avenida 10 con calle 28? "Nadie entendería", dijo.
Encontrar el camino desde aquí puede parecer una escena de una película de los Hermanos Marx. ¿Cómo se llega a la Academia de Policía? Pues está en frente de la Escuela Castro Madriz. ¿Y la Escuela Castro Madriz? Pues está al frente de la Academia de Policía.
Otras son francamente crueles. La dirección de un gimnasio Curves, en el distrito de Montes de Oca, como se indica en su página web, está a 150 metros al oeste de un McDonald´s.
Ya han pasado siete años desde que el gobierno costarricense decidió crear un sistema de nomenclatura y señalización. Aunque Sancho está liderando este proyecto en San José, está claro que el sistema actual tiene sus méritos. “Usted puede ver la M de McDonald´s a kilómetros de distancia”, añade.
La instalación de las señales en las calles revive un sistema de redes que cuesta cerca de US$2 millones, explica Sancho.
Pero el costo de no contar con un sistema de direcciones apropiado para un país de rápido crecimiento es peligroso. Carlos Nájera, quien maneja las oficinas postales del país, dice que Costa Rica pierde millones de colones al año por pérdidas y atrasos de la correspondencia.
Casi una cuarta parte del correo en Costa Rica no se puede entregar por las malas direcciones. “Una vez recibimos una carta dirigida al señor que a veces está afuera de la oficina postal”, dice Pablo Chaves, quien está a cargo de la entrega en el centro de la capital.
Hace poco, el cartero Jonnathan Rojas entregó correspondencia a un fabricante cuya dirección es “cruzando desde el edificio de cristal”, “Algunas veces me dan direcciones extrañas, como que camino 300 norte y me devuelvo 250”, señala.
La vida en Costa Rica, donde la frase "pura vida" está en todas partes, ha sido muy buena durante mucho tiempo, y no sólo para las decenas de miles de jubilados, los surfistas y los amantes de la naturaleza, que acuden a sus playas tropicales y bosques nublados. Las tasas de educación, salud y esperanza de vida se encuentran entre las más altas del Hemisferio Occidental.
Mientras que la agricultura ya no es su columna vertebral económica, con poco más de cuatro millones de habitantes, en este país todavía se asume que usted conoce a sus vecinos, tiendas, y lugares antiguos y nuevos.
Uno de los puntos de referencia más utilizados es El Antiguo Higuerón, una higuera que murió y fue derribado hace años. La ubicación todavía se llama "El Higuerón", a pesar de que un nuevo árbol ha ido creciendo en su lugar durante varios años.
Pero la economía está creciendo rápidamente, más rápido que la mayoría de sus vecinos. Si bien algunos barrios cuentan con un sistema de señales, muchos costarricenses hacen caso omiso de ellos. Los nuevos desarrollos urbanos están apareciendo por todo lado, junto con centros comerciales y supermercados. La oficina de correos no puede mantenerse al día con los puntos de referencia cambiantes.
"Al otro lado de la estación de servicio de Pizza Hut, la Zona Industrial de Pavas", decía una invitación por correo electrónico a una conferencia de prensa sobre la desigualdad regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
"Estamos creciendo tan rápido que no podemos encontrar nuestro camino", dijo Sancho.
La Casa Presidencial, un bloque gris de cemento en el barrio de Zapote, es un punto que muchos costarricenses conocen.
"Si usted me pregunta el nombre de la calle frente a la Casa Presidencial, no se lo podría decir", dijo la presidenta Laura Chinchilla.
De hecho, el sistema es un término muy "tico", como se hacen llamar los costarricenses. Mientras que algunos puntos de referencia se han ido, otros están muy vivos.
En el distrito de Hatillo, un laberinto de subdivisiones, Santiago Calderón, de 59 años de edad, se gana la vida tallando ornamentos del jardín con paletas de madera.
¿Cómo llegar a los clientes de su taller? "Yo soy la referencia. Así que muchas personas aquí dicen: la esquina con el artesano".
Por otro lado, el gobierno costarricense dice que este sistema, si bien es folclórico, es un riesgo para la seguridad.
"Imagine que hay una emergencia y necesita una ambulancia o la policía. No se puede decir: estoy en frente del cartel de Coca-Cola”, explica Mario Zamora, ministro de Seguridad Pública.
Ahora, el gobierno de Costa Rica está tratando de doblar una esquina. Los barrios van a utilizar su historia para los nombres en las calles.
En Barrio Escalante, no habrá avenida primera. Los residentes de este lugar eligieron los nombres de calles como la Avenida Santa Teresa, en referencia a la iglesia más grande de la vecindad, y la calle de la Luz, ya que estaba en el área que por primera vez tuvo luz eléctrica en el país.
Algunos jóvenes costarricenses están ansiosos por un cambio. "La referencia era el árbol de Guanacaste", comenta Andrea Rodríguez, higienista dental de 27 años, quien recuerda cómo el anfitrión de una fiesta reciente utilizó el árbol en forma de hongo para dirigirla. "Pero había tantos árboles".
Rafael Alpízar, un ex auditor de 72 años de edad, en la oficina de la Contraloría, no está de acuerdo. Una vez que se acostumbre a este sistema "se muere con él".
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