Lecciones de un skatepark
Chicos en quienes nadie creía recibieron de su cole una oportunidad
Jose Aguilar
Presidente y Fundador de Fundación Acción Joven
www.accionjoven.org@nacion.com
12:00 a.m.
19/03/2013
Inauguraremos en el Liceo de Villarreal el primer
skatepark [parque de patinetas. NDLE] hecho en un colegio público en
toda América Central. Tuve la fortuna de participar en este proceso, el
cual considero mucho más que una simple pista de patinetas. Junto a
Asociación CEPIA hace más 2 años, fuimos invitados por la dirección del
“cole”. Necesitaban apoyo con un grupo de chicos “mafiosillos”. Pésimas
notas, peleas, irrespeto, además de otros etcéteras nada sutiles.
Aunque preocupados, aceptamos el reto. Los conocimos.
Rápidamente vimos astucia, “chispa”. Talento chúcaro, algo enmontado,
sí, pero sin duda alguna talento. La guardia arriba, reaccionando a los
ataques y etiquetas. Atacando ellos también. Todos perdían en esa
ecuación. Heridas y cicatrices de todo tamaño y fragancia en su auto
percepción. Los vi rotos y rompiendo a otros. Absolutamente comprensible
la dificultad de los profes para lidiar con semejante “tropa”.
Indagamos
el por qué de sus huracanes. Vidas complejas, unas más que otras.
Ciertamente mucho más complejas de lo que yo había experimentado, y de
lo que la mayoría de mis familiares, amigos y conocidos han
experimentado. Como era de esperar, los huracanes no eran arbitrarios.
Entre
varios elementos, uno común surgió en coro: no tenían espacios para
divertirse, socializar. La mayoría eran “patinetos”. Un único espacio
tenían, el skatepark de Tamarindo. Explicaron las peligrosas dinámicas
que ahí se daban. Para “calzar” y ser aceptados, iniciaron conductas
nocivas, las cuales, sumada a las ya de por sí complejas circunstancias
de vida y casi absoluta falta de guía en que navegaban, los estaban
hundiendo.
¿Qué hacer? Propusieron un trato. A cambio
de una oportunidad, de ser tratados “normalmente”, sin etiquetas, ellos
mejorarían su actitud e intentarían subir las notas. Además, deseaban
construir un skatepark en el cole, y así tener un lugar seguro y “cool”
en donde poder hacer eso que tanto nos gusta hacer a los que hemos sido
jóvenes, y que tan frecuentemente olvidamos los adultos: ¡divertirse!
La
Dirección, a diferencia de lo que imaginamos, de inmediato accedió.
Pidieron autorización al ministro, quien también, sin dudarlo un
segundo, lo autorizó. Luego hablaron con los profes más escépticos, nos
indicaron dónde ubicar el skatepark. Motivaron a los chicos. Yo no podía
creerlo...
Iniciamos el proceso con los chicos
(autodenominados como “TeamRyder”); trabajo en equipo, proyecto de vida,
importancia de la educación, etc. Consistió fundamentalmente en
escucharlos, interesarnos por ellos, convencerlos de que se atrevieran a
soñar.
Por supuesto que no todo fue perfecto.
Varios continuaron con notas subterráneas, y en alguna que otra “torta”
se metieron. Pero nadie podía dudar de que luchaban por mejorar. ¡Poco a
poco empezaron a ganar batallas en la semana de exámenes, se metían las
faldas del uniforme y hasta entraban a tiempo después de los recreos!
Algo neurálgico, los profes de este cole tan especial fueron cediendo
también. Les lanzaron un puente nuevo, de fe en ellos. Creo yo, era su
fe en todos nosotros. Fe en el ser humano.
Mientras esto pasaba, en Acción Joven y CEPIA teníamos un pequeño reto pendiente: ¡construir un skatepark!
Y un “leve” inconveniente consistía en el hecho de que no teníamos un
centavo, ingenieros o idea alguna de cómo tramitar la oceánica lista de
permisos y trámites burocráticos que implica hacer cualquier cosa en
nuestro país.
Así, ¿cómo podríamos no quedarle mal a
nuestros chicos? Nos salvó la sociedad. Ante nuestra solicitud de
apoyo, espontáneamente se creó un infalible escuadrón de solidaridad.
Gobierno, empresas y comunidad unieron fuerzas y le esculpieron un sí
a las dudas que merodeaban por nuestros pensamientos. Desde el inicio
Don Leonardo Garnier dio luz verde. Alex Cavaletti, creador del
skatepark de Tamarindo, decidió sumarse voluntariamente como asesor de
diseño y construcción. Cemex donó los planos. La empresa constructora
“The Pool Store” trabajó por la tercera parte del costo real, Fundación
Florida, Dinadeco y la Embajada de Australia donaron el grueso del
presupuesto. Un equipo de voluntarios universitarios de la U VÉRITAS
organizaron un concierto de Punk Rock, en el cual bandas internacionales
de renombre y bandas nacionales donaron su talento. Recaudaron fondos
para donarle al cole más de 50 “patis” completas, con cascos y
protectores.
Ningún chico de esa comunidad, por
falta de dinero, se quedaría sin disfrutar su futuro skatepark. Muchos
amigos personales de CEPIA, residentes de Tamarindo, donaron dinero
también. Al final, para cerrar las cuentas pendientes, envié un mail a un grupo de amigos y conocidos contándoles de esta “locura”. Inmediatamente tuve una cadena de emails
y donaciones “online” en la cuenta del Skatepark. Por su parte, los
profes hicieron ventas con tradicionales “tamaleadas” y “gallinadas”
aportando así a la causa. ¡Incluso la soda del Villarreal nos patrocinó!
Donando exquisitos almuerzos para todas las sesiones de trabajo con los
chicos.
¿Resultados? ¡Ya se construyó! Chicos en
quienes nadie creía recibieron de su cole una oportunidad y pudieron
demostrar el inmenso valor y talento que tenían. Dos de ellos llegaron
incluso a convertirse en presidentes del cole.
Varios
ya se graduaron, otros están a punto de hacerlo. En sétimo año (el más
problemático), ésta y otras estrategias innovadoras han permitido
reducir la exclusión estudiantil de 20% en el 2010, a 0% en el 2013.
La
ecuación de un Gobierno que autoriza, da espacio y aporta recursos, en
combinación con proactivas sociedad civil y empresa privada, que aportan
cariño, recursos y conocimientos, demostró ser infalible.
Ojalá
nos sirva a todos de inspiración este caso. Que nos invite a dejar de
solo quejarnos y criticar. Emulemos la actitud del admirable Liceo de
Villarreal, en donde imposible es mala palabra.
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