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lunes, 28 de octubre de 2013

Johnny, gracias... por nada!

Exalcalde capitalino llegó en 1991 para ‘renovar la ciudad’

Johnny Araya maquilló por 22 años el caos que vive San José

Logró bulevares, caros condominios, muchos festivales y atención a indigencia
Se fue sin resolver manejo de basura, desorden en vías y ventas ambulantes


El manejo de la  basura es uno de los grandes problemas que  aquejan a San José y  el municipio josefino ha tenido serias dificultades para atenderlo. Es muy frecuente ver desechos de  restaurantes de comida rápida tirados  en las aceras, como en las   que bordean la plaza de la Cultura, mientras los peatones se lanzan a la calle para esquivarlos.    | LUIS NAVARRO
El manejo de la basura es uno de los grandes problemas que aquejan a San José y el municipio josefino ha tenido serias dificultades para atenderlo. Es muy frecuente ver desechos de restaurantes de comida rápida tirados en las aceras, como en las que bordean la plaza de la Cultura, mientras los peatones se lanzan a la calle para esquivarlos. | LUIS NAVARRO
El legado del exalcalde de San José, Johnny Araya Monge, es un cantón con una creciente indigencia, suciedad y desorden vial, pero con áreas verdes, bulevares, festivales y caros condominios.
Desde que arribó al Ayuntamiento, en 1991, Araya ofreció una capital ordenada, repoblada, más segura, bonita y verde a la vista. Su intención fue echar una mano para aminorar el caos vial.
Veintidos años después –ahora con la mira puesta en la Presidencia de la República –, el político terminó su gestión con un informe optimista que enumera logros, muchos muy distintos de los que prometió. Los más palpables son las vías de concreto y cientos de policías municipales, aunque estos no convencen a todos.
“¡Claro!, tanto adorno y bulevar son bonitos, ¿pero qué?, solo le sirven al peatón y complican las presas. Embellecer la ciudad no es algo que beneficie; no si uno dura dos horas metido en bus, aquí. Hay mejoras sí, superficiales, porque nuestro problema real es otro”, declaró Iván Briceño, oficial de seguridad.
Indigencia y caos. Cinco años atrás, Araya trató de resolver el problema de los 1.500 indigentes que deambulaban por la capital con la inauguración del Proyecto Centro Dormitorio. En los últimos tres años recaudó unos ¢335 millones para alimentarlos, asearlos y recrearlos.
Además, coordinó 20 cruzadas de fe para facilitarles la rehabilitación y con eso, aseguró, mejoraba la calidad de vida de más de la mitad. Algunos, dijo, concluyeron sus estudios y a otros se les dio trabajo en la Municipalidad josefina.
Sin embargo, desde que arrancó esa iniciativa, 1.100 indigentes más vagan por San José y hoy suman 2.600. El mes pasado se unieron 90.
Como parte del paisaje urbano, unos 2.500 vendedores ambulantes y algunos de los 500 policías josefinos juegan a diario al gato y el ratón. Esto, a pesar de que Araya prometió que todas las aceras del centro de San José serían espacios libres al paso peatonal y vehicular.
Hoy no hay “zonas de tregua” organizadas para regular las ventas, pero el número de vendedores es el mismo desde el 2000; ¿cuán visibles?, varía por temporada, según expresó el jefe de la Policía Municipal, Marcelo Solano.
Uno de los puntos codiciados para la venta de tiliches son las 53 cuadras con adoquines, árboles, rótulos y cableado subterráneo del Proyecto San José Posible. Nada sacó a estos vendedores de la avenida central y las vías aledañas.
Ni siquiera los atrajeron los mercados que levantó el municipio josefino para reubicarlos (el paso de la Vaca y el antiguo Registro Civil). Tampoco sirvió un acuerdo logrado en principio con los artesanos para que migraran al Mercado de Artesanías, ubicado en la avenida 6.
A diario, un millón de peatones sortean los obstáculos de las ventas ambulantes, los pitos y el humarascal de 75.000 vehículos y 2.500 buses que saturan una red vial insostenible. Los planes de echar mano a la circulación del transporte público y la sectorización también quedaron en suspenso, pero de eso no hay nada en el informe final de la gestión que Araya concluyó el pasado 28 de junio.
Tampoco hay señal del tranvía que habría puesto a andar en conjunto con el Ministerio de Obras Públicas y Transportes, clave para alivianar caos vial. Hoy solo hay un avance del 25% del anteproyecto.
Por otra parte, la promesa del repoblamiento urbano la engalanan 35 torres de condominios en donde se paga, como mínimo, ¢60 millones por apartamento. En diez años, las nuevas construcciones para vivienda en los cuatro distritos centrales del cantón aumentaron un 40%, y para el comercio, un 60%.
Pero ese auge proclamado por Araya no atrajo a más pobladores a vivir en la capital, pues pasaron de 310.000 en el 2000 a 288.000 en el 2011, según el Censo de ese último año.
Los tugurios también ocupan un lugar importante en el panorama josefino. Hay 1.255 y a estos hay que sumarles 1.470 cuartos en cuartería, según el último Censo.
Mejoras. Antes de la gestión de Araya, en la capital no existía la Policía Municipal ni el Festival de la Luz; no había día del Gallo Pinto ni del Tamal Tico ni barrio chino. Nadie antes organizó caminatas, chepecletas y mucho menos los Juegos Deportivos Centroamericanos. Tampoco hubo quién, con ¢350 millones, rescatara la emblemática Botica Solera.
“Hoy, después de 20 años, San José es una ciudad que apunta a la renovación y modernización; se ha convertido en punto de encuentro. Es un lugar más limpio, más seguro, con revitalización de la economía”, manifestó Araya.
Andrés Fernández, arquitecto e historiador, dice que Araya puso a San José en la agenda nacional. “Hizo enormes aportes en infraestructura, cultura y recuperación patrimonial; festividades, talleres, logró la peatonización. Veo la ciudad un poquito más limpia y verde, mucho más segura”, puntualizó.
Empero, los festivales que ocupan varias páginas en el informe de 22 años de gestión que presentó Araya al Concejo hace pocas semanas no convencen a algunos.
“Ilusiones de un día, y ya”, coincidieron regidores como Yamileth Valverde y Eugenia Bermúdez, quienes compartieron periodos con Araya desde el 2002 hasta que se retiró, el 28 de junio pasado.
Y es que, según la Auditoría del municipio, en cuestión de cuatro años –del 2007 al 2011–, Araya solo cumplió con el 27% de lo que prometió a los josefinos; no rindió cuentas, no destinó presupuesto suficiente a proyectos de participación ciudadana y casi no atendió sus consultas.
Araya propuso una ciudad carbono neutral para el 2021 y no hay un solo carro eléctrico en la flotilla de su exmunicipio.
Aseguró librarse de la mitad de los 280 basureros clandestinos que encontró. También aseguró que “la ciudad está ahora mucho más limpia”–se recogen 70 toneladas diarias de desechos–, aunque no solventó la crisis ni las quejas por la existencia del botadero de La Carpio, en La Uruca.
A pesar de que el plan “va caminando”, tampoco convirtió, junto con el Instituto Costarricense de Electricidad –como hace un año lo propuso– los desechos sólidos en electricidad.
El 29 de julio, durante la ratificación de su candidatura en el hotel Radisson, en barrio Tournón, San José, Araya se llamó a sí mismo “candidato constructor”. Su carta de presentación: las obras que levantó desde el municipio.

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